lunes, 11 de junio de 2012

CAPÍTULO 1

                                                      COLDWATER, MAINE
                                                        EN LA ACTUALIDAD
Entré en la clase de Biología y me quedé boquiabierta. Misteriosamente fijada en la pizarra había una muñeca Barbie, con Ken a su lado. Estaban cogidos del brazo y desnudos, salvo por unas hojas artificiales colocadas en puntos precisos. Sobre sus cabezas había una invitación garabateada con una tiza rosa de trazo grueso:

                         BIENBENIDOS A LA REPRODUCCIÓN HUMANA
                                                        (SEXO)
Vee Sky, que estaba sentada a mi lado, dijo:
-Por esto están prohibidos los móviles con cámara. Unas fotografías de eso en la revista digital es todo lo que necesito para que  la junta directiva quite la clase de Biología. Y entonces dispondríamos de esta hora para poder hacer algo productivo, como recibir tutorías personalizadas de chicos guapos de los cursos superiores.
-Venga, Vee-respondí-. Juraría que estaba deseando que llegara este tema desde que comenzó el semestre.
Ella pestañeo y sonrió con picardía.
-Esta clase no va a enseñarme nada que no sepa.
-Vee se escribe con V de virgen, ¿verdad?
-No grites tanto.- Me guiñó un ojo justo cuando sonó el timbre.
Fuimos a ocupar nuestros asientos, juntas en un pupitre compartido.
El entrenador McConaughy cogió el silbato que colgaba de su cuello y lo hizo sonar.
-¡Equipo, a vuestros asientos!
McConaughy consideraba que enseñar Biología en el ceuuarto curso de secundaria era una tarea de un equipo universitario de balocesto, y nosotros lo sabíamos.

-Puede que no se os haya ocurrido, chicos, que el sexo es mucho más que una visita  de quince mminutos al asiento trasero de un coche. El sexo es ciencia.¿Y qué es la ciencia?
-¡Un aburrimiento!-exclamó un alumno desde el fondo del aula.
-La única asignatura que voy a suspender- terció otro.
Los ojos del entrenador se pasearon por la primera fila y se detuvieron sobre mí.
-¿________?
-El estudio de algo-respondí.
Se acercó y apoyó el dedo indice sobre el pupitre delante de mí.
-¿Qué más?
-El conocimiento alcanzado por medio de la observación y la experimentación.-Sonó bonito, la verdad como si estuviera haciendo una prueba para el audiolibro.
-Dilo con tus propias palabras.
Me toqué el labio superior con la punta de la lengua, en busca de un sinónimo.
-La ciencia es investigación.-Esta vez sonó como una pregunta.
-La ciencia es investigación-repitió el entrenador juntando las manos.-La ciencia requiere que nos transformemos en detectives.
Dicho así, la ciencia parecía divertida. Pero yo había pasado tiempo suficiente en sus clases para perder toda la esperanza.
-Y un buen trabajo de detective requiere práctica-continuó.
-El sexo también-fue el siguiente comentario desde el fondo. Todos reprimimos la risa, a la vez que el entrenador advertía al listillo apuntándolo con el dedo.
-Eso no será parte de la tarea para esta noche.-Volvió a centrarse en mí-._______, te sientas al lado de Vee desde comienzos del semestre.-Asentí, aunque tuve un mal presentimiento sobre adonde quería llegar-.Y las dos trabajáis juntas en la revista digital del instituto.-Asentí nuevamente-. Apuesto a que os conocéis muy bien.
Vee me dio una patadita por debajo de la mesa. Sabía lo que estaba pensando: que él no tenía la menor idea de cuanto nos conocíamos. Y no me refiero solo a los secretos que recogíamos en nuestros diarios personales. Vee es mi alma gemela. Ella es una rubia platino de ojos verdes, y le sobra algún que otro kilito en las curvas. Yo soy una morena de ojos grises y un pelo rizado voluminoso que se resiste a la mejor de las planchas. Y soy todo piernas, como un taburete de barra. Pero hay un hilo invisible que nos une;  las dos creemos que ese vínculo comenzó  mucho antes de nuestros nacimientos. y estamos convencidas de que perdurará por el resto de nuestras vidas.
-De hecho, apuesto a que todos conocéis bastante bien al compañero que tenéis al lado. Habéis decidido sentaros juntos por alguna razón, ¿no es así?Confianza. Lamentablemente , los mejores detectives evitan la confianza. Es un obstáculo para la investigación. Por eso hoy vamos a modificar la disposición del aula.
Abrí la boca para protestar pero Vee se  adelantó.
-¿Qué chorrada es ésa? Estamos en abril. Es casi el final de curso. Ahora no puede salirnos con ésas.
McConaughy insinuó con una sonrisa.
-Puedo hacer lo que quiera hasta el último día de clase. Y si suspendes volverás a estar aquí el próximo semestre, y volveré a salir con esas una y otra vez.
Vee lo miró incredula. Es famosa por su ceño fruncido: su mirada lo expresa todo sin abuchear de forma audible.
Aparentemente inmune a su gesto, el entrenador se llevó el silbato a la boca, y nosotros captamos la idea.
-Quiero que todos los que estén sentados en el lado izquierdo del pupitre ( éste es el lado izquierdo) se cambien al asiento de delante. Los de la primera fila (sí, Vee, tú también)se irán al fondo.
Vee metió su cuaderno en la mochila y desgarró la cremallera al cerrarla. Yo me mordí el labio y la despedí brevemente con la mano. Luego me di la vuelta para echar un vistazo a la clase. Conocía los nombres de todos los compañeros.... excepto de uno. El alumno transferido.El entrenador nunca se dirigía a él, y al parecer él lo prefería así.

PRÓLOGO


                                                      VALLE DEL LOIRA, FRANCIA
                                                             NOVIEMBRE DE 1565
Chauncey estaba con la hija de un granjero en la orilla del río Loira cuando se desató la tormenta. Había dejado su caballo vagando por el prado, así que solo le quedaban sus dos piernas para regresar al castillo. Arrancó una hebilla plateada del calzado, la depositó en la palma de la mano de la chica y vio cómo ella se alejaba corriendo, el barro salpicándole las faldas. Después se puso las botas y echó a andar rumbo a casa.

Mientras oscurecía, la lluvia caía como una cortina de agua sobre la campiña que rodeaba el castillo de Langeais. Chauncey  caminaba tranquilamente sobre las tumbas hundidas y el humus del cementerio; incluso en medio de la niebla más espesa podía encontrar el camino a casa sin miedo a perderse. Esa noche no había niebla, pero la oscuridad y la lluvia torrencial engañaban bastante.
Percibió un movimiento a un lado y giró rápidamente la cabeza hacia la izquierda. Lo que a primera vista parecía un ángel que coronaba un monumento cercano se irguió en toda su altura. El muchacho tenía brazos y piernas, y no era de mármol ni de piedra. Llevaba el torso desnudo, holgados pantalones de campesino y  los pies descalzos. Saltó del monumento; su cabello negro chorreaba agua. Las gotas se deslizaban por su rostro, oscuro como el de un español.

La mano de Chauncey fue a la empuñadura de su espada.
-¿Quién va?
La boca del muchacho insinuó una sonrisa.
-No juguéis con el duque de Langeais-le advirtió Chauncey-. Os he preguntado quién sois. Responded.
-¿Duque?-El chico se apoyó en un sauce retorcido-¿O bastardo?
Chauncey desenvainó la espada.
-¡Retiradlo! Mi padre era el duque de Langeais. Ahora el duque soy yo- añadió torpemente, y se maldijo por eso.
El chico meneó la cabeza con pereza.
- Vuestro padre no era el antiguo duque.
Chauncey se enfureció ante la nueva ofensa.
-¿y vuestro padre?-preguntó extendiendo la espada. Todavía no conocía a todos sus vasallos, pero los estaba conociendo. El nombre de la familia de ese muchacho no se le olvidaría-.Os lo preguntaré una vez más- dijo en voz baja, secándose la cara con la mano-¿Quien sois?
El muchacho se acercó y apartó la hoja de la espada. De repente parecía mayor de lo que Chauncey había supuesto, quizás hasta tenía uno o dos años más que él.
-Soy un hijo del Diablo-respondió.
Chauncey notó un nudo en el estómago.
-Estáis como un cencerro-masculló-. Largaos.
Bajo los pies de Chauncey, de pronto el suelo se inclinó. Erupciones doradas y rojizas estallaron en sus retinas. Soltó la espada. Tuvo que encorvarse y las manos se le pegaron a los mmuslos. Levantó la vista hacia el muchacho, entre parpadeos y gemidos, tratando de comprender que estaba ocurriendo. La cabeza le daba vueltas, como si hubiese perdido el dominio de su mente.
El chico se agachó a la altura de sus ojos.
-Escuchadme bien. Necesito algo de vos y no me iré hasta que no lo tenga. ¿Habeís entendido?
Con los dientes apretados, Chauncey sacudió la cabeza para expresar su resistencia. Intentó escupir al muchacho, pero la lengua se negó a obedecer y la saliva cayó por su barbilla.
El chico apoyó las manos en las de Chauncey y el calor quemó a éste, que soltó un alarido.
-Necesito un juramento de lealtad feaudal-dijo entonces el chico-.Inclinaos sobre una rodilla y jurad.
Chauncey ordenó a su garganta una risa áspera, pero la garganta se cerró y ahogó el sonido. Su rodilla derecha se flexionó, como si alguien le hubiera pateado la corva, pese a que detrás no había nadie, y él cayó de bruces en el barro. Se retorció de costado y vomitó.
-Juradlo- insintió el muchacho.
Chauncey tenía el cuello enrojecido de calor; requirió de todas sus fuerzas para cerrar sus manos en dos puños débiles. Se rió de sí mismo, incrédulo. No sabía cómo, pero aquel bribón le estaba provocando náuseas y debilidad. Y no levantaría el castigo hasta obtener su juramento. Diría lo que tenía que decir, pero jurándose a sí´mismo que acabaría con el autor de semejante humillación.
-Señor, me declaro vuestro hombre.
El muchacho asintió y puso a Chauncey de pie.
-Venid a verme aquí para el comienzo del Jeshván-dijo-Necesitaré vuestros servicios durante las dos semanas entre la luna nueva y la luna llena.
-¿Una....... quincena?-Chauncey temblaba bajo el peso de su ira- ¡Yo soy el duque de Langeais!
-Vos sois un Nefilim-replicó el muchacho con un amago de sonrisa.
Chauncey tenía una réplica profana en la punta de la lengua, pero se la tragó. Sus siguientes palabras fueron pronunciadas con fría malicia:
-¿Qué habéis dicho?
-Pertenecéis a la raza bíblica de los Nefilim. Vuestro verdadero padre era un ángel caído. Vos sois mitad mortal- buscó los ojos de Chauncey- y mitad ángel caído.
El duque oyó la voz de su tutor en algún rincón de su mente, leyéndole pasajes de la Bíblia, hablándole de una raza desviada, creada cuando los ángeles expulsados del cielo se emparejaron con mujeres mortales. Una raza temible y poderosa. Un escalofrío que no le desagradó del todo lo recorrió de pies a cabeza.
-¿Quién sois vos?
El muchacho se dio la vuelta y se alejó sin más. Chauncey quiso seguirlo, pero no consiguió que las piernas aguantaran su peso.  Arrodillado bajo la lluvia, alcanzó a ver dos gruesas cicatrices sobre la espalda de aquel torso desnudo. Las marcas se juntaban formando una V invertida.
-¿Sois un ángel caído?-gritó-.Os han quitado vuestras alas, ¿verdad?
El chico, el ángel caído o quienquiera que fuera, no se volvió. Chauncey no necesitaba confirmación alguna.
-¿Qué servicio os prestaré?-gritó-¡Exijo saber de que se trata!
La risa lejana del muchacho resonó en el aire.